Casa del Colibrí Ángel del Sol - Ecoturismo
- Senderos Mérida
- 28 abr
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En el cielo andino habita la segunda especie aviar más pequeña de América: el ángel del sol o colibrí real de Mérida. Su nombre viene de su denominación taxonómica, (Heliangelus spencei), y solo habita en una porción de la selva nublada de los Andes venezolanos, entre los 2.000 y 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Como toda especie endémica, el colibrí real tiene una distribución espacial muy restringida y perturbar el ecosistema donde habita lo hace propenso a la extinción. Su fragilidad se debe a las precisas condiciones del único ecosistema en el que logra sobrevivir.
En este sentido dos ecólogos en Mérida han logrado aumentar su población junto con el turismo, la investigación y la conciencia ambientalista. Se trata de Michelle Ataroff y Pascual Soriano, quiénes convirtieron su hogar en La Casa del Ángel del Sol, un espacio donde se puede hacer «birdwatching» u observación de aves, como práctica ecoturística amable con el espacio geográfico.
Varios años antes de abrir su hogar al público, los profesores acondicionaron bebederos artificiales en los jardines e inmediaciones, donde vertían una emulsión azucarada que atrajo colibríes paulatinamente.
La limitante natural de las poblaciones de colibríes es el néctar de las flores, que por ser tan escaso, lo convierte en una especie competitiva no solo con sus iguales, sino también contra otros animales como las abejas o los murciélagos, que también basan parte de sus metabolismos en el consumo de néctar y contribuyen con el proceso de polinización de las plantas.
Los bebederos dieron mayor capacidad de carga a ese ecosistema, que se convirtió en una suerte de fortín de los colibríes. Entonces empezaron a reproducirse de forma exponencial, pues al no ser las flores la única fuente de alimentos, la competencia natural disminuyó.
En el año 2016, Michelle y Pascual decidieron abrir el lugar al público en una dinámica de visitas guiadas, pues ganar dinero a partir de dichas visitas les permitiría adquirir las cada vez más grandes y costosas cantidades de azúcar necesarias para mantener vigoroso el nicho ecológico.
En sus inicios fue un jardín contemplativo lleno de colibríes y ahora es también un laboratorio ecológico acondicionado con pequeñas cámaras para la grabación minuciosa de esta especie y de aves migratorias , que visitan el área durante algunas temporadas.
También se monitorean ejemplares por brazalete, es decir, se seleccionan al azar individuos de la población de colibríes y se les fija una pequeña cinta codificada en una de sus patas, que permite hacerles seguimiento y evaluar periódicamente sus procesos de evolución, especiación y adaptación.
Con estas técnicas, los profesores han mantenido activa la investigación sobre esta especie y su hábitat, publicando y compartiendo sus resultados con su gremio científico, pero también con un público cada vez mayor.
Los colibríes solo existen en América, no los hay en ningún otro continente y hay aproximadamente 350 especies. En Venezuela existen entre 100 y 105, y en los Andes, que representa apenas el cuatro por ciento del territorio nacional, viven 52. Es decir, es un país megadiverso en aves y los Andes es una cantera.

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